Hoy me he levantado a las siete de la mañana para comenzar
un curso en una empresa del sector naval para maquinaria. Acabé mi jornada a
las cinco con una hora para comer y después de una ducha rápida, he ido a clases
particulares de matemáticas y enseguida he salido para asistir a las clases
nocturnas en régimen de adultos de un ciclo superior. Esta profesión lo demanda; hay que estar
formados para formar con solvencia. Durante la hora de que dispuse para comer
leí apresuradamente el periódico y un titular llamó mi atención:Veinte millones
de euros de presunto fraude en la formación en Galicia con siete altos cargos
implicados. En el aula y después durante la formación práctica, en mi fuero
interno no dejaba de pensar en la credibilidad de lo que hacemos y posiblemente
los asistentes al curso también lo hiciesen. Algunos de ellos habían interrumpido
sus vacaciones para asistir a dicho curso. A pesar de mis dudas pasajeras, yo lo
tengo claro. La formación es necesaria y debe ser un campo en el que sus planteamientos
y gestión estén libres de cualquier género de duda. Algunos, sin embargo, no
parece que compartan esta premisa. Son los mismos facinerosos sinvergüenzas de
turno que dejan en el peor de los lugares un cometido tan sagrado. Este sector,
cualquier sector, no se merece estar representado por esta gentuza que mercadea
en su propio beneficio con un bien común que debe redundar en beneficio de
todos. Es la moneda de curso en estos tiempos vigentes. Los de abajo trabajamos
y aportamos nuestra humilde contribución a la mejora de la sociedad, otros,
cada vez más numerosos en número e intenciones, se dedican a desbaratar con su
latrocinio todo lo que, si alguna vez fue serio, comienza a estar bajo
sospecha. Alguien debería poner coto a este estado de cosas.